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domingo, 16 de diciembre de 2012

La reina oscura. Capítulo 1. Parte IV


Pero desde aquel día en el invernadero, Ilma no volvió a ser la misma. Tenía una pena en sus ojos que nadie pudo ver, era algo en su interior que pugnaba por salir, y no sabía bien que era. Se esperaba mucho de ella, pero aún no había salido de ella ningún poder excepcional. Llevaba años entrenando con Gayus y todavía no sabía cual era su elemento. Se suponía que ella debía conocer la Profecía, se suponía que ella conocía los nombres de las Tres Hermanas, los nombres de verdad, esos que ya nadie recordaba y que estaban perdidos en la noche de los tiempos; se suponía que sabía donde estaban las fuentes de la magia. Se suponían muchas cosas, de las que ella no estaba tan segura en estos momentos. Todos esperaban mucho de ella. Tal vez demasiado, pensaba la niña con amargura.
Pasaron varios días, y parecía que nada cambiaba. Nadie se dio cuenta de que Ilmassa estaba distinta. Sólo Olrún notó su apatía, pero no dijo nada. Ella había demostrado claramente que no la consideraba su amiga o cualquier otra figura cercana, y ninguna de las dos tenía la menor intención de que eso cambiara, por lo que la niña decidió dejar tranquila a la pequeña sacerdotisa.
Gayus, por su parte no prestó demasiada atención al cambio de comportamiento de Ilmassa. Lo achacó a que estaba creciendo. Ya tenía casi once años. Además, el mago se pasaba casi todo el día en su estudio privado, sin prestar atención a nada más. Sólo había una cosa que conseguía animar a la pequeña. Un pequeño secreto.
La joven sacerdotisa pasaba los días distraída, perdida en sus propios pensamientos. Ya no prestaba atención a las clases, no escuchaba nada de lo que le decían los demás. En sus ratos libres se escapaba al tejado y se pasaba sentada allí horas y horas, con la mirada clavada en el horizonte. Ni ella misma podía describir que era lo que le pasaba. Era como si un enorme agujero se hubiera abierto en su interior y se fuera tragando poco a poco su espíritu. Sólo ansiaba volar lejos de todo, como hacían los pájaros que revoloteaban a su alrededor.
Pero un día, desde su elevado escondite, Ilmassa vio a Olrún escabullirse del castillo. Parecía que llevaba algo en las manos. Ilmassa tenía una vista que el mejor de los arqueros desearía para sí. Podía ver cosas a gran distancia.
Como cada día, Olrún había cogido algo de comida y salió en busca de Balkar. El chico seguía desconfiando de la niña, pero a ella le daba igual. Balkar era algo mayor que Olrún, y sus modales era de gente de campo. Mirdgard, según había oído, era un reino pobre, principalmente agrícola. Solo en algunas zonas de la montaña había yacimientos de minerales. Pero la mayoría estaban bajo el control de los orcos y Trolls, o lo que era lo mismo, del Caballero Oscuro.
Solían encontrarse junto a la muralla del castillo, justo detrás de un agujero por el que Olrún se escapaba para llevarle la comida y visitarle. La obertura era suficientemente grande para que pasaran los niños, ya que estaban delgados, ningún adulto podría pasar por ahí, por eso no se habían molestado en arreglarlo. Además iba a dar a una calle poco transitada, justo tras la posada de más prestigio de Lebhar, era una calle estrecha que salía de la gran avenida principal.
- Buenos días, ¿cómo estás hoy, Balkar?
- Eres tú.- Balkar estaba sentado cerca del agujero.
- Te he traído queso y pan. Hoy no he podido coger fruta. Sigrún empezaba a sospechar que algo pasaba, aunque lo he echado la culpa a los ratones.- dijo sonriente mientras le tendía la comida- Le ha pedido a Gayus que pusiera trampas o algo.
- No tienes porque traerme nada. Se cuidarme yo sólo.- El niño hablaba sin mirar a Olrún, como siempre hacía. Le imponía demasiado la mirada de la niña, aunque no entendía bien porque. Esos ojos verdes le recordaban a algo o alguien.
- Bueno, eso ya lo se. Pero no creo que haya nada malo en querer ayudarte.- Balkar cogió la comida y se sentó.- No tengo muchos amigos, ¿sabes?
Olrún se sentó a su lado mientras el chico comía. Balkar no solía hablar mucho, pero su compañera si le contaba muchas cosas. Así había conseguido averiguar
mucho acerca de las costumbres y rituales del mago. Era muy dicharachera, y comenzaba a gustarle. Empezaba a plantearse si lo que tenía pensado estaría bien o mal. No quería hacerle daño. Realmente había muy pocas personas que se hubiesen portado tan bien con él, sin pedir nada a cambio.
Balkar venía de una familia muy pobre, que servía a uno de los nobles de la corte de Dunkel, un viejo mago que se había ganado su favor tras conseguir ampliar las fronteras de Mirdgard tiempo atrás. Su padre trabajaba en las caballerizas y su madre en las cocinas. Se había criado en un castillo donde el resto de los niños le miraban por encima del hombro, y apenas bajaba a la aldea, ya que su familia trabajaba para el gran tirano que explotaba y expoliaba al pueblo, por lo que nunca tuvo amigos. Nunca había tenido un compañero como Olrún.
- Sabes una cosa.
- ¿Mm?- Se interesó el niño, aunque tenía la boca llena.
- Anoche tuve un sueño muy raro. ¿Quieres que te lo cuente?
- No me interesan los sueños tontos de una cría.- respondió una vez hubo tragado- Gracias por la comida.
Balkar se levantó, pero Olrún siguió hablando, ignorando la descortesía de su amigo. Eso se había convertido en un rito entre los dos.
- Estaba en la puerta principal de la torre, la que da al lago. Y había dos personas allí, un hombre alto y fuerte que miraba una mujer esbelta. Era muy hermosa. El hombre parecía un caballero y tenía un símbolo bordado en el pecho. Era este.
La niña dibujo en el suelo el símbolo. Cuando Balkar lo miró se quedó helado.
- ¿Qué se supone que es eso? ¿Un dragón?- Preguntó el muchacho con cierto temor.
- Sí. ¿Sabes que significa ese símbolo?
El dibujo parecía ser un dragón con el símbolo de las Tres Hermanas en la frente. Ese era el símbolo que llevaba en el estandarte el Caballero Oscuro.
- No.- mintió el chico- ¿Y qué pasó?
- Fue extraño. La mujer parecía un fantasma o algo así, y cada vez iba volviéndose más transparente, casi invisible, mientras el hombre observaba. Entonces se volvió hacia mí y me dijo algo, pero soy incapaz de recordarlo.
Balkar no consiguió entender el sueño, pero se asustó. ¿Acaso era un mensaje para él? Tal vez su tiempo se agotaba, y debía darse prisa en acabar su misión.
- No es la primera vez que tengo ese sueño, ¿Sabes?
- ¿En serio?
- No, pero tengo que irme. Se hace tarde.
- ¿Vendrás mañana?- Necesitaba algo de tiempo para averiguar porque el Caballero Oscuro había enviado un mensaje a través de esa niña.
- Sí, por su puesto.- Olrún sonrío con aquella calidez habitual, y le prometió que volvería al día siguiente. Era realmente feliz.
Balkar estaba decidido. Necesitaba entrar en la torre del mago, y esa niña era la llave. Ahora estaba convencido. Se puso a planear que haría para llegar a la torre. Necesitaba que la torre se quedara vacía. Y entonces vio que la ciudad se estaba preparando para una fiesta.
Cuando estaba cavilando su plan, un ruido a su espalda le sobresalto. Cuando se giró vio a la otra persona a la que esperaba
- Ah, eres tú.
- Sí- respondió Ilmassa- ¿Cómo estás hoy?
Ilma nunca le había llevado nada, sólo iba y se sentaba junto a él, y conversaban. Balkar recordó el día que la conoció. Le pareció una chica un poco rara. Cuando se enteró de que era la otra discípula de Gayus, comenzó a creer que al mago le gustaba la gente extraña. No tenía ni idea de que era una sacerdotisa. Ilma no solía hablar de cosas relevantes, solo de vez en cuando comentaba algo sobre la vida en la torre.
Se conocieron unos días después de que conociera a Olrún. La niña le había llevado algo de fruta y se marchó deprisa, porque la esperaban en la torre para limpiar no se que alacena. Pero al marcharse ella, apareció Ilma por la esquina. Balkar la miró extrañado, y ella le devolvió una mirada de sospecha.
- ¿Quién eres tú, y por qué esa idiota te ha traído eso?- El tono de la niña era el mismo del que estaba acostumbrado a mandar.
- ¿Y a ti qué te importa?- dijo el muchacho a la defensiva.
- Pues que si se lo digo a su maestro la castigará por alimentar a un vagabundo.- Ilma disfrutaba con aquello y Balkar se dio cuenta. De pronto le recordó a aquellos chicos del castillo y supo que no debía confiar en ella.
- No se que te puede importar a ti. Vete y déjame en paz.
-¿Sois amigos?- Esta vez, el tono de voz de la niña era distinto, algo menos agresivo.- Verás, es que no es muy habitual en ella hacer amigos. Es demasiado… rara, por decirlo de alguna manera.
- ¿Sabes qué? Deberías empezar por presentarte tú y decirme porque la has seguido hasta aquí.
Ilmassa le contó que era discípula de Gayus y que simplemente había sentido curiosidad. Balkar recordó lo que le contó Olrún sobre los dos discípulos de Gayus el día que se conocieron. Desde ese día, Ilma había ido casi todos los días, siguiendo a Olrún. Solían hablar de trivialidades, y hacían juntos pequeños trucos, como levitación o pequeñas bolas de energía. Para Ilma era una peque vía de escape de sus pensamientos y frustraciones. Para Balkar era un misterio a descifrar, un pequeño juego que le servía para practicar. No confiaban el uno en el otro, pero aún así, se fueron conociendo poco a poco.
Pero ese día Balkar tenía cierta prisa, ya que tenía que planear algún modo de entrar en esa maldita torre. Entonces fue cuando se dio cuenta de que tendría la oportunidad perfecta cuando Ilma le comentó sobre la fiesta del Calan Mai, y como Gayus estaría fuera todo el día atareado con las funciones de Mago Maestre de la corte de Lebhar.

CONTINUARÁ

@kris_Cb_21

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