El Barrio 13 era un lugar de gente humilde que se conformaba con lo que tenía porque así debía ser.
Había
otros Barrios más ricos donde las casas estaban separadas por grandes
fincas y aseguradas por vigilantes que hacían rondas constantes por las
calles.
Yo conocía a una joven que vivía dos calles más abajo.
Como sabréis, cada ser humano ha de emparejarse con otro, y yo había
decidido hacerlo con Ella. ¿Por qué no? Era una mujer sana, bella y
delicada. Ella y sus padres seguían el “Modelo Familiar” lógico y
normal. En resumidas cuentas, Ella era un buen partido, por lo que
acabamos comprometiéndonos, pues era lo que tocaba a esa edad.
Mi
vida era rutinaria y normal. Salía cada mañana, recuerdo que desde muy
joven lo hacía, con mis zapatillas de andas por casa a por el periódico,
que, como cada día, el repartidor había lanzado a su suerte contra mi
puerta. Lo curioso ( o quizá no tanto para mi antigua sociedad) es que
cuando abría la puerta que daba a la calle, me asomaba para atisbar el
periódico y al localizarlo me acercaba a él, también salía el vecino de
en frente, del número 1823. Nos mirábamos y saludándonos con la mano
decíamos << Buenos días >>, esbozábamos algo parecido a una
sonrisa y volvíamos a nuestras respectivas casas. Por eso, la mañana que
salí a por el periódico, le localicé, fui hacia él, levanté la mirada
hacia la 1823 y comencé a levantar la mano a modo de saludo, yo supe, al
no encontrar otro saludo al otro lado, antes que nadie, que algo malo
había pasado.
Aún prometido con Ella, pero todavía no casado,
aquel martes me levanté, me desperecé, me calcé mis zapatillas de andar
por casa y me dirigí, después de vestirme, a por el periódico.
Habían
pasado unos días desde la muerte del vecino y era una mañana tan
soleada como lo fueron los días de su muerte y de su funeral.
Bajé
las estrechas escaleras tranquilamente, llegué al rellano y lo que ví
cuando abrí la puerta hizo que se me olvidara mi principal objetivo.
La casa 1823 había sido adquirida por un nuevo inquilino.
Avancé
unos pasos por el camino adoquinado que atravesaba mi pequeño jardín,
cuando la que iba a ser mi nueva vecina alzó la mirada hacia mi. Llevaba
dos cajas, una sobre la otra, entre los brazos y estaba rodeada por
muchas cajas más. A su derecha y en frente de su casa, tenía aparcada
una furgoneta con la que supongo estaba haciendo la mudanza.
Al
verme pareció que se sobresaltara pero en seguida se recompuso, me
sonrió amablemente y me dijo - ¿Vas a venir de una vez a ayudarme o te
vas a quedar ahí parado como un panoli todo el día?-
Me quedé tan
sorprendido que no supe cómo reaccionar, paralizado, así que asentí y
rápidamente fui a ayudarla a descargar más cajas y a introducirlas en su
no tan nueva casa. Era la primera vez en mi vida que alguien me hablaba
con ese tono ¡y sólo acababa de conocerla! Yo no lo sabía, pero hoy en
día, visto con la perspectiva que te ofrece el paso del tiempo, en ese
momento decisivo en la historia de mi vida, comencé a sentir lo que más
tarde aprendería. Me enamoré.
@PattiSD
domingo, 16 de diciembre de 2012
La vida. Capítulo 2
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Publicado por
Pilar Giralte (Aishabatgirl)
en
domingo, diciembre 16, 2012
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