• Fotografía Pilar Giralte
  • Fotografía Rubén Giráldez
  • Fotografia Cristina Solano
  • Fotografía Mary Calduch
  • Fotografía el rasurador
  • Fotografía de Diego Belmonte
  • Fotografía de Cristina Cabrera
  • Fotografía de Anabel Munoz
  • Fotografía de David Pérez
  • Fotografía de Patricia Sanchez
  • Fotografía de Jesús Ahelle

domingo, 16 de diciembre de 2012

Jaime



Se descalzó y se subió a la barandilla del puente, las piedras pesaban en sus bolsillos. Se quitó la goma del pelo y sacudió la cabeza; le había crecido mucho en los últimos meses, hubiera tenido que cortárselo en breve si no fuera porque ya no era necesario. Tomó una bocanada profunda de aire y cerró los ojos. Dicen que cuando vas a morir, tu vida pasa por tu cabeza en tan solo unos segundos, en su caso no fue así, lo único que vio fue la negrura de sus ojos apretados. Había dado un paso adelante y ya tenía un pié suspendido en el aire cuando escuchó su voz:



“Si te mueves más te vas a caer” Era una voz infantil, no quería abrir los ojos, no quería mirar a quien se dirigía a ella, no podía permitirse dudar, le había costado la misma vida tomar aquella decisión.

“Y si te caes seguro que te mueres” Ella reprimió una sonrisa; esa era justo su intención “A mi me daría pena verte morir” ... En ese momento tomó conciencia del impacto que podría ser para alguien pequeño verla lanzarse al vacío. “Jodido mocoso” pensó. Ladeó un poco la cabeza y levantó un párpado. El niño que la observaba no tendría más de 11 años, tenía el pelo rubio y revuelto, los ojos muy grandes y la nariz sucia, cuando vio que le miraba, le regaló una sonrisa “Mi madre decía que si te suicidas vas al purgatorio. Supongo que ella estará allí, porque se ahogó aposta en un pilón. En el pueblo decían que fue porque mi padre era un hijo de puta, pero no, mi abuela no tenía la culpa; mi abuelo también le pegaba a ella”



Al escucharle abrió el otro ojo, el chico prosiguió “Y luego mi padre se fue con otra del pueblo y mi hermana y yo hemos oído que también la da mala vida, pero no lo sabemos, porque no hemos vuelto a verle..”



Cada vez estaba más en shock, pero había empezado ya tenía claro que no podía tirarse mientras el muchacho estuviese allí. “¿Por qué te quieres tirar?” Preguntó el niño arrugando la nariz y acercándose “¿Cómo te llamas?” Se sentó al lado de sus pies en la barandilla y ella claudicó, se sentó junto a él.



“Porque no me quieren” No sabía por qué se lo contaba, pero tampoco le importó que él lo oyese. “Bueno, tampoco a mi me quiere mucha gente y yo no me quiero morir.

Porque si me muero seguro que no me van a querer más.. ¿No te quiere nadie?” Eso la hizo sonreír “No. Digo sí, claro que me quieren algunas personas” Sin pensarlo acarició el pelo del niño y le peinó el despeinado flequillo. “Y tus hijos ¿tampoco te quieren?” “Yo no tengo hijos” “¿No te gustan los niños?” “Me dan igual” “¿Entonces por qué no tienes?” “No lo sé” “Tú no sabes muchas cosas eh” Volvió a reír ante su ocurrencia. Había sonreído más en los últimos minutos que en las semanas pasadas. “Tienes razón, hay muchas cosas que no sé” “Bueno –titubeó el crío- a lo mejor es porque eres guapa. Mi padre decía que las guapas no saben casi cosas, pero yo no hago caso de lo que decía mi padre, porque le pegaba a mi mamá” Se encogió de hombros.



Un ahogo le subió por el pecho cuando se imaginó el drama que había vivido ese chico. Le abrazó “¿Cómo te llamas pequeño?” “Me llamo Jaime. Como mi padre” “Es un nombre muy bonito” “Sí, pero yo preferiría llamarme otra cosa”



Reprimió una lágrima, no era justo que la viera llorar mientras él mantenía esa entereza “¿Quieres un helado Jaime?” “¿Gratis? ¿Sin tener que dar nada a cambio?” “Sin tener que darlo. Palabra de honor” se llevó la mano al corazón para apoyar sus palabras “Entonces sí. Hace mucho, que nadie me compra un helado” Se le encogieron las entrañas al escucharle “Entonces, yo te compraré uno y te daré dinero para que puedas comprar luego otro a tu hermana”



El niño sonrío y le tendió la mano, ella la cogió y bajó de la barandilla. Jaime la miró y le dijo “¿Entonces, ¿sacamos las piedras de tus bolsillos? Te he visto meterlas” En silencio ella se sacó las piedras “Sacadas. ¿Vamos?”



Mientras caminaban alejándose de una muerte segura que ahora se le antojaba muy lejana, el chaval le dijo “Ahora, sólo tienes que decirme tu nombre y así podemos ser amigos, que no me dejan hablar con desconocidos..” “Lucía, me llamo Lucía”

Cristina Solano @ropadeletras
Diciembre 2012-12-09

0 comentarios:

Dí lo que piensas...