jueves, 1 de noviembre de 2012
Otra historia de amor
Se puede ver una gran azotea. Normal, como tienden a ser las
azoteas. Cuatro esquinas y los lados que
daban al vacío. Pero lo que más resaltaba de todo, a parte de la puerta que
daba al hotel, era la piscina que había en el medio. Era una piscina pequeña,
pero envidiable para muchos. Se notaba que había sido recientemente limpiada
pues el agua se hallaba clara y en calma. Ahí también se puede observar lo que
parece una pareja, y uno de ellos ayuda a salir al otro de la piscina.
Recuerdo haber nombrado una puerta. Pues bien no hará quince
minutos desde que la pareja entró por ahí para darse un chapuzón. Esta pareja
tenía en mente casarse en un par de días, y estaban celebrando su pre-luna de
miel. ¿Qué es eso? A mi no me pregunten yo digo lo que él piensa.
Antes de que él la ayudase a salir de la piscina, estuvieron
ahí jugueteando tonteando y demostrando su mutuo amor el uno por el otro.
Con mucho cuidado fueron ellos a tumbarse en una gran toalla
estirada en el duro suelo. Allí cabían los dos. A cada lado una copa rellena de
champagne. Pero un gran problema había que le impedía a ella beber. Tristeza
era su nombre, y su cara estaba completamente descuadrada por ella. Él en
cambio bebía y bebía y nada ni nadie podía pararlo, así que ella no tuvo
intención de hacerlo.
Pero entonces él se dio cuenta. Vio su rostro y el suyo se
contrajo con el de ella, con su visión.
-No amor-
dijo- no te perderé, no estés triste por ello, nunca dejaré que me separen de
ti.
Así que para cambiar aquel triste rostro por uno sonriente
comenzó a contarla la vez que se conocieron.
Para acomodarla él apoyó el codo izquierdo en la toalla y la
trajo hacia si para pasar con más facilidad el mismo brazo por la espalda de
ella, y así de esta manera reforzar el sentimiento con un abrazo.
La besó en los labios, y comenzó.
-¿Recuerdas
como nos conocimos? Fue en la playa de Benidorm. Yo sentía la arena caliente
bajo mis pies, una suave brisa parecía bailar conmigo esa mañana, y las olas se
mecían en la mar. Entonces… Te vi. A lo lejos. Dentro del agua. Te ahogabas.
Nadé hacia ti. Cuando llegué tú ya te habías hundido un
poco, por lo que me di prisa para sacarte de ahí y reanimarte. Tenía miedo de
rozar tus labios e intoxicarte con los míos. Pues amor, yo en comparación con
tu belleza y tu ser no era más que veneno.
Pero tenía que ayudarte rápido pues te perdía. Mis labios se
acercaron a los tuyos, y comencé a reanimarte. Nuestro primer beso fue el que
te devolvió la vida, y entre toses y espasmos me miraste, me abrazaste, y como
pudiste me diste las gracias para después desmayarte. Mientras tú permanecías
inconsciente te dije que te quería. En ese momento te juré amor eterno según te
llevaba al coche de camino al hospital. Pasé un par de días contigo hasta que
te dieron el alta y cuando todo pasó te llevé a casa. Allí te expliqué mis
sentimientos y te pedí que fueses a vivir conmigo. Tú aceptaste. Así pasamos
felices cinco años hasta que, hace poco, conseguí el valor de pedirte que te
casaras conmigo. Ahora míranos, tan felices los dos. Queriéndonos como siempre
lo hicimos. Porque amor, nos conocemos desde siempre, estábamos destinados. Mi
destino era salvarte. Pero ahora no puedo. Tu silencio me lo impide, y no puedo
darte vida.
Y aquí yaces, en mis brazos de nuevo.
Ahora observamos, podemos ver la realidad que nos rodea,
pero, ¿esto lo es? Vemos la mirada perdida en los ojos de ella, y como su
cuerpo comienza a palidecer. Él la vuelve a besar en sus morados labios.
Vemos como él mira al horizonte. Mira fijamente a la puesta
de sol y el astro comienza a quemarle las retinas, pero no le importa porque
esta recordando. Recuerda el susurro de las suaves olas estrellarse y romper
contra las rocas allí en Benidorm. Recuerda la arena bajo sus rodillas y las
manos sobre el pecho de la chica ahogada intentando reanimarla.
Volvió de nuevo a aquella piscina pero para quedarse poco
tiempo, pues rápidamente dejó el cuerpo de la que iba a ser su futura esposa
tumbado en la toalla.
Se encaminó hacia uno de los lados de la azotea. Miró atrás.
Susurró un te quiero. Saltó.
Sentía en la caída la arena a su alrededor, cerro los ojos,
pero cuando llego a bajo no murió.
Cuando los abrió estaba de nuevo en la playa, sentía la
brisa y la humedad en el ambiente. La arena le raspaba las rodillas, y la
visión de la chica tumbada sin poder levantarse desgarró su alma.
PeJota @David_Jabas
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Publicado por
Pilar Giralte (Aishabatgirl)
en
jueves, noviembre 01, 2012
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3 comentarios:
Me ha recordado un poco a un Romeo y Julietta, muy apasionante!
Bienvenido al tintero de las ilusiones.
He decidido tomarme la pastilla y viajar contigo, estoy deseando saber a dónde vamos a ir la próxima vez. :-)
Un beso.
Enhorabuena!! Vaya pasada d relato! Me ha encantado..buafff guapisima historia y q bien lo describes...felicidades!
Dí lo que piensas...