Los días pasaban. El reino de Gahbla prosperaba gracias al comercio y a la frágil paz forzada mediante acuerdos y amenazas, lo que suponía que no había grandes problemas. No hubo epidemias, ni hambrunas. El rey había firmado un pacto con los reinos vecinos para evitar las tan temidas guerras que asolaron el continente no muchos años atrás. Por eso no cambió el estilo de vida que llevaban los habitantes de la torre norte del castillo de Lebhar.
Pero para Olrún todo comenzó a cambiar sin que ella pudiera sospechar a donde la llevaría todo. Ocurrió un frío día de invierno, era día de mercado, y estaba haciendo los recados que le había encargado Sigrún. La vieja ama ya se agotaba cuando iba a aquel bullicioso centro de la ciudad, y a no ser que tuviera que comprar algo específico, solía mandar a la pequeña, a la que cada día le iba dando más responsabilidades en la Torre, ya que algún día sería ella quien tuviera que cuidar del mago.
Olrún paseaba tranquilamente entre una un sin fin de tenderetes multicolor. La niña caminaba mirando con curiosidad la gran cantidad de objetos que vendían. Los había de todo tipo. El mercado de Lebhar era el más grande del continente y allí vendían todo tipo de comida, desde las más típicas verduras, hasta las más exóticas traídas de los rincones más insospechados. Había comerciantes de telas y especias, muebles y todo aquello que te pudieras imaginar. Si buscabas algo, por extraño que fuera, allí lo podrías encontrar.
Cuando Olrún se dio cuenta, se le había hecho tarde, así llenó la cesta con lo que le habían ordenado y se encamino por uno de los pasajes laterales, con la esperanza de poder salir pronto de aquel laberinto abarrotado. Le costaba moverse entre la gran multitud de personas que se agolpaban en Lebhar cada primero de mes, ya que era cuando llegaban las mercancías nuevas. Entre el peso de la cesta y los empujones que recibía, la pobre niña iba a trompicones.
De pronto un hombre enorme, que parecía más una morsa que una persona, le dio tal empujón que fue a dar a un callejón oscuro que había junto al mercado, justo detrás de una de las tabernas más populares de la ciudad. Sigrún siempre le decía que se alejara de los callejones, porque allí es donde se escondían los ladrones para atrapar a sus incautas victimas. Sólo podía ver las sombras que se proyectaban desde el mercado. Olía bastante mal, y entonces Cuando Olrún se dio cuenta de donde estaba se intentó dar prisa en recoger la compra, que se le había caído con el empujón, ya que no le apetecía encontrarse con ningún borracho. Quería llegar a tiempo para la lección de historia de Gayus, y tampoco tenía ganas de escuchar una reprimenda de Sigrún.
Cualquier niña de ocho años se hubiese asustado, pero Olrún nunca tuvo miedo de las sombras, de hecho, no le tenía miedo a casi nada. De pronto escucho que algo se movía dentro de la callejuela.
- ¡Dame todo el oro que tengas, niña!
De entre unos montones de basura y cajas surgió un chico. Estaba delgado, demasiado, pensó Olrún. Estaba muy sucio y despeinado. La niña no lograba verlo bien, porque estaba medio oculto en la oscuridad del callejón, tal vez para que su posible víctima no pudiera reconocerlo si lo llegaban a coger.
- ¿O qué?- Contestó la niña con tono desafiante. Sabía bien como defenderse.
- O te mataré.
- No lo creo. Para eso tendrás que venir hasta aquí.- El tono de Olrún era más de burla que de desafío, pero fue suficiente como para herir el orgullo del chico. Olrún solía burlarse de los desconocidos, y más aún de un simple niño. No iba a tolerar que nadie le intimidara, y a tenía bastante con Ilmassa. El chico sacó de su espalda un puñal. Era largo y afilado, y muy hermoso. La empuñadura era negra, pero brillante, con algunos símbolos básicos. Era un athame de aprendiz.
- ¿De dónde has sacado ese athame? Es muy bonito.- Olrún lo miraba con curiosidad, dando un paso hacía delante.
- No se de que me hablas, pero es la última vez que te lo repito: ¡DAME EL DIENRO QUE TENGAS!
El chico también dio un pasó hacia delante con un aire amenazante, de modo que quedaron a un metro escaso el uno del otro. Olrún se percató de que iba en serio, el muchacho estaba dispuesto a hacerle daño si no le daba el oro. La compasión se apoderó de la niña, porque pensaba que debía tener mucha hambre y haber pasado muchas penurias para llegar a atacar de esa manera a la gente.
De pronto, las sombras que había tras el muchacho empezaron a moverse. Parecían cobrar vida, se retorcían una y otra vez. Olrún abrió los ojos como platos. No quería hacer daño a aquel chico, pero también sabía que si intentaba dañarla, no podría protegerle. Probablemente solo quería dinero para poder comer. La sombra empezó a tomar forma.
- ¡¿A que esperas?!- Dijo el chico agarrándole del brazo.
De pronto la sombra tomo forma. Una mano oscura se cernía sobre él, dispuesta a acabar con el atacante de la niña sin ninguna misericordia.
De pronto todo ocurrió en un instante
-¡NO! ¡Detente!
La sombra se esfumo en un segundo, justo cuando el chico se dio la vuelta, al ver que no lo miraba a él. Pero no vio nada. Se volvió y miró la miro mientras se alejaba lentamente. Había algo raro en ella, aunque no pudiera decir a ciencia cierta de que se trataba.
-¿Qué ha sido eso? ¿Qué has hecho?- el niño empezó a sospechar que esa niña no era normal, que escondía algo.
- Yo no he hecho nada.- Olrún bajo la mirada- Pero no pienso darte el dinero. Si lo hiciera Gayus me daría una paliza que jamás podría olvidar.
-¿Gayus? ¿Sirves al mago de la corte?
A pesar de estar delgado parecía fuerte. Su pelo era negro y estaba muy enmarañado. Su cara pálida estaba tensa, y sus ojos negros eran profundos como pozos en los que tal vez te perdieras y jamás encontrarías la salida. Entonces Olrún se dio cuenta.
- Eres un mago.- No fue una pregunta, estaba segura de que lo era. El chico pareció asustarse, pero eso no le importó a la niña, que seguía hablando en tono afable, mientras terminaba de recoger la comida- Me llamo Olrún y sirvo a Gayus. Vivo en la Torre Norte. ¿Cómo te llamas? ¿Qué haces en Lebhar?
El chico tardó en responder, no sabía si confiar en ella o no. Pero no podía perder la oportunidad que se le presentaba. Podría tener acceso a Gayus.
- Balkar.- contestó el chico, aún desconfiando de la niña- ¿Cómo sabes que tengo poderes?
- No lo se.- Mintió.- Supongo que he aprendido a distinguirlos viviendo con Gayus. Muchos vienen a visitarlo de sitios lejanos. No eres de por aquí, ¿verdad?
El chico la miró con desconfianza. Sólo los muy experimentados podían llegar a hacerlo. Y esa cría no parecía ser poderosa ni parecía que fuese una hechicera disfrazada.
- Vengo de Gotland. He venido a aprender más a Lebhar. Todo el mundo habla que aquí están las mejores academias. En el Este, Gayus es muy… conocido, aunque hace años que no visita los otros reinos.
Balkar se sintió mal al mentirle a la niña. No sabía muy bien porque, pero en sus ojos había algo, aunque no sabía muy bien que era. Esos ojos verdes que parecían capaces de volar a través de su mente y ver todo lo que había en ella.
- ¿De que reino vienes? No soy muy buena en geografía.
- De Midgard.
- ¿Allí es donde habita el Caballero Oscuro? Dicen que es allí donde viven todos los magos y elfos que le sirven. ¿Eso es verdad?
- Bueno...No se de que me hablas.
La conversación se le iba, y necesitaba a esa cría para conseguir llegar hasta Gayus. No quería que le relacionara con la magia negra.
- ¿Cuantos años tienes?- Olrún cambió de tema, al darse cuenta de que incomodaba a su nuevo amigo, ya que era posible que hubiese huido de su país para poder aprender magia.
De todos era sabido que en Midgar solo aprendían magia aquellos que juraran obediencia a Dunkel, el Caballero Oscuro, y a Olrún no se le daba muy bien eso de hacer amigos. No quería perder esta oportunidad.
- ¿Y a ti que te importa? Sólo quiero ir a ver a Gayus. ¿Puedes ayudarme?
- ¿Ir a ver a Gayus?-Preguntó Olrún con sorna-Jajajajajaja.
- ¿De qué te ríes?
- No, de nada. Lo siento. Gayus no te va a ver, nunca. De hecho creo que si lo intentarás te tiraría torre abajo. No acepta a más discípulos, con Kishar e Ilma tiene más que suficiente. Para eso está la Academia Eolas o la Academia Drwy. No puedo ayudarte.
- ¡¡¡Pero yo necesito ir a la torre de Gayus!!!
- ¿Por qué? ¿Qué quieres de Gayus? No es muy amable con los desconocidos, créeme. Y a no ser que seas rico o un noble, no creo que te haga mucho caso.
- Yo...- a Balkar se le acababan las ideas. Tenía lo que buscaba al alcance de la mano, y se le escapaba. Tenía que convencer a la niña de que volviera.
- Toma.
Olrún le ofrecía una manzana, y en su cara se dibujo una sonrisa. Era una niña agradable, y parecía confiada, por lo que Balkar decido aprovecharse de eso.
- No necesito tu compasión, pero si me ayudas te compensaré...
La niña le tiró la manzana y salio corriendo mientras le prometía que volvería al día siguiente con más comida. Balkar se quedó plantado en medio del callejón con la manzana en la mano, pensando que no podía creer la suerte que tenía. Idearía un plan para engañar a la niña y conseguir lo que quería del mago.
@kris_Cb_21
4 comentarios:
Muy buena historia, perfectamente narrada y ambientada, con lo dificil que este género literario, pero le has dado un toque especial, y nos haces desear leer más, y más.
Muchísimas gracias!!! Animas a seguir escribiendo.
INTERESANTISIMO,
Me encanta los relatos historicos, y tu le das un puntillo interesante,
Felicidades
@diablodetelde
@diablodetelde histórico, histórico no se yo. Más bien es fantasía épica. Pero me alegro de que te guste
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