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jueves, 1 de noviembre de 2012

Todos los terrores del mundo

Especial Halloween
Os ofrezco una historia perteneciente al universo de TODOS LOS TERRORES DEL MUNDO, aparecen personajes a los que les tengo un especial cariño. Espero que aceptéis esta invitación a viajar con ellos el día de todos los muertos. 
A.V. El Rasurador




La niña conocida por todos como Víscera estaba aquella fría mañana de invierno sentada en uno de los bancos de la Estación Permanente. En el mismo banco se encontraba junto a ella una anciana bastante envejecida pero de menor edad, intentaba hacer un gran esfuerzo para no hablar con ella. 

-                    -Niña, que pena que tan pequeña tengas que estar en esta estación.
-                    - No se preocupe señora, yo no soy como vosotros.
-                   -¿Y a quién estás esperando? - preguntó la anciana con un interés real.
La niña Víscera pudo ver como la mano de la anciana se elevaba y acercaba peligrosamente a rozar su propio brazo de forma afectuosa. Al ver sus intenciones, Víscera se retiró un poco más, al final del banco, para estar lo suficientemente alejada de aquel roce, lo único que no necesitaba en ese momento era sentir el dolor de aquella anciana, dolor que le trasmitiría con ese contacto. 
-          -Estoy esperando a mi amigo Jonás, dentro de poco llegará y es mejor que me encuentre aquí.
En la Estación Permanente no se escuchaban gritos, ni risas, incluso no se escuchaban las conversaciones de los demás que esperaban la llegada de un ser querido. Todo parecía silenciado aun estando bastante concurrida. El único sonido que todo el colectivo de seres que se encontraban allí escuchaban era el tintineo, tintineo que indicaba la llegada de un nuevo pasajero. Había muchos andenes, trenes que veías llegar, muchos de ellos sin dejar pasajeros, y en muchos otros en los cuales sólo subían personas. La llegada de un nuevo tren hacía a la niña Víscera sentir un fuerte escalofrío acompañado de una profunda tristeza, debía contener sus lágrimas, ya tendría tiempo de refugiarse en ellas cuando su amigo descendiera al anden donde ella esperaba.

Jonás miraba por la ventanilla del vagón, mientras María reposaba su cabeza sobre su hombro. Jonás, sin dejar de mirar a los bosques que se sucedían, acarició el rostro cálido de ella, apartó su pelo largo y liso de su rostro, acercándose para darle un beso en la mejilla. María le sonrío, anunciaron la próxima estación, y su gesto se tornó en condena. Volvía a ocurrir, pensó Jonás, ya no sabía cuantas veces podría soportar de nuevo aquello. La besó suavemente en los labios y ella tembló al sentir su aliento gélido.
-            - Te quiero con locura María, no importa cuantas veces tenga que subir a este tren, volveré a hacerlo hasta que puedas reunirte conmigo
-           - Lo siento, amor, el tren se está deteniendo y él va a subir. Te amo. – Al decir esto fue ella quién se abalanzó sobre los labios de él con una ligera caricia de su lengua.
-             - Hasta mañana.
El tren ya estaba parado y él no podía soltarla de la mano, las puertas se abrían y él no podía dejar de mirar aquellos ojos miel, se abrían las puertas, se abrían de nuevo, se abrían y él ya se había marchado.  
El marido de María subió al mismo vagón. Como una costumbre arraigada de tantos años de matrimonio le dio un beso sin entusiasmo y se sentó a su lado.
               - Vaya día de locos, trabajo, trabajo y trabajo… no me dicen que hoy, bla, bla, bla
Ella no escuchaba, ella sólo evocaba ese último beso, la caricia, las palabras de Jonás, se maldecía por todo aquello, por ser una cobarde y no ir corriendo a los brazos de la persona con la que realmente quería estar.
Jonás se detuvo antes de llegar al final del vagón, se giró y volvió al lugar donde momentos antes había dejado a María. Ya estaba sentado el marido, pero no le importo y se sitúo frente a ellos. Ella al verle se sobresaltó, pero rápidamente se calmó al llegarle una vocecita que le dijo: “pero si tú marido no le conoce, tranquila”. Jonás le sonrío descaradamente. Mientras el marido hablaba sobre sus logros en el trabajo y secaba el sudor de sus manos sobre las rodillas, María se pasaba su lengua por sus labios sin dejar de mirar a Jonás. Jonás quería lanzarse hacía ella, acariciar sus pechos, abrazarla, besarla, atraparla y llevársela lejos, muy lejos de allí. María pasaba una de sus manos cerca del muslo, se reía de aquella situación tan peligrosa pero a la vez excitante. “te quiero” dijo Jonás sin emitir ningún sonido y ella movió sus labios dándole un “yo también”.
-      
           - ¿Me estas escuchando? – la voz ronca desagradable de su marido la sacó del estupor, con cierto rubor le contestó.
-              - Claro, pero si te soy sincera me aburren tus cosas del trabajo.
-               - Creía que era importante para los dos.
-       - Siempre estás con lo mismo, me tienes tan aburrida que podría enamorarme ahora mismo de cualquier otro y ni te darías cuenta – señaló a Jonás – por ejemplo de ese joven.
-        - ¿De ese? – el marido de María soltó una sonora carcajada – pero como vas a querer más a un desconocido que a mí, no seas estúpida.
Jonás tenía que bajarse, le dolió mucho escuchar ese insulto, pero debía bajarse, sino no podría hacerlo nunca más y la perdería para siempre. “Hasta mañana” se despidió de ella sin sonidos.

-          - ¿Ya llega el tren de su amigo? Creo que el de mi esposo va a tardar aún varios días. – A la anciana le inquietaba lo silenciosa que era la niña y la poca conversación que le ofrecía.
-            -Ahora le toca el turno a un tren sin parada, el de las ilusiones.
-              -¿Y su amigo en cuál viene?
-               - El de los Recuerdos Vivos.
-                 - Ah, ese es el de mi marido, pero aún no creo que venga, el médico ha dicho que esta estable.
El Tren de los Recuerdos Vivos llegó a la estación dibujándose a medida que sus ruedas se adentraban en la dársena. La niña Víscera suspiró, y cogió aíre, sentía ya el dolor y el sufrimiento de su amigo mucho antes de haberle abrazado.
Jonás al abandonar el vagón se derrumbó. Víscera pudo sostenerle entre sus brazos, los dos lloraron, los dos sintieron el amor por María, y el odio por su marido, la tristeza, alegría, amor, pasión, desolación, todo se conjugo en embates de sufrimiento.
-            - La he tenido que volver a dejar en el tren con ese, después de lo que me ha hecho y ese miserable ni se acuerda de mí.
-        - Jonás, estoy haciendo todo lo posible para traerla con nosotros, por el momento sólo hay una manera...
-                - Matarla – Jonás apretó con más fuerza a su amiga contra su pecho.
-                - Pero sabes que no te van a dejar, ni el Ausente ni el Huésped te dejarán matarla, despojarla de su vida para poder bajarla del tren.
-                 - No, y mientras tanto volveré a subir día tras día, a besarla, acariciarla, escuchar su voz, y lo peor de todo, volver abandonarla, abandonarla con mi asesino.
La niña Víscera no dejó de abrazarle, aunque él le estuviera transmitiendo su propio dolor, ese sufrimiento profundo que anidaba en su corazón.
01/11/2012

@el_rasurador 

3 comentarios:

Anabel Muñoz

Texto muy intrigante, no lo he entendido hasta el final, y me ha encantado la verdad. :)

@anamitq

Pilar Giralte (Aishabatgirl)

Bienvenido al tintero de las ilusiones.
Es una historia intensa con final sorprendente, justo como a mi me gusta.
Espero con ansia leer más, artista.
Un beso.

Unknown

Una trama que te engancha con su construcción en una onírica realidad,narrativa activa,y un final sorpresa,(que en algunos momentos dejas entre ver)Y muy bien resuelto y explicado,la escena de ellos con el marido al lado...muy buena,ermeset,salud

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