Esta historia comienza en un campo de fútbol. Un hombre, con el balón en las
manos, se aproxima hacia el punto de penalti. Una mujer, mientras se pone bien
los guantes en las manos, se dirige a la portería y se coloca bajo palos. Se
masca la tensión en el ambiente. El hombre da dos pasos para atrás, toma
impulso y lanza. Gol. ¿Qué coño gol? Ha sido un golazo por toda la escuadra. La
mujer se lamenta en el suelo, mirando la red con impotencia, mientras el hombre
también está tirado por los suelos, gritando y lamentándose.
Nueve meses después, en el hospital más cercano, la mujer dio a luz. Ya sé
lo que estarán pensando: es una manera rara de explicar una concepción, pero
seguro que ustedes la aprecian más que una tórrida escena sexual llena de
detalles escabrosos… Total, el caso es que la buena mujer dio a luz, y ahí se
lió todo… El doctor, nada más sacar a la criatura y antes de entregársela a la
madre, dijo:
- ¡Enhorabuena, señora! Ha tenido un precioso gremlin… Tenga mucho cuidado
con mojarlo y todo irá bien.
- No señor, no… Mire bien, que no tiene pelos… - Le corrigió solícita la
enfermera.
- A ver, a ver… - Dijo el doctor mientras examinaba con detenimiento al
recién nacido. - ¡Ah, no, que es un humano! Me he equivocado y reconozco mi
error señora, que dicen que rectificar es de sabios… Señora – dijo antes de
darle definitivamente a su hijo – enhorabuena, ha tenido un niño horrible…
La madre nada más recibir a su hijo entró en un estado de shock
postraumático del que consiguió salir cuarenta y ocho horas después. Dos días
después, el médico volvió a hacerle la entrega solemne de su hijo.
- Es más feo que el culo de un mono, doctor…
- No le voy a engañar señora… Nada más verlo y darme cuenta de que era
humano me entraron arcadas… No he visto cosa más fea en mi vida, y mira que
dedicándote a la obstetricia ves muchas cosas… He estado en multitud de partos,
he sacado a un montón de críos llorones ensangrentados que parecían un alien,
pero lo de su hijo… Lo de su hijo no tiene nombre, señora. La madre Naturaleza
a veces tiene un sentido del humor muy raro.
- Doctor… ¿Cómo voy a criarlo? Si me da grima verle…
- Mire señora, para empezar yo le recomendaría que intentara darle el pecho
de espaldas para no verle la cara.
- ¿Te crees que soy la niña del exorcista? Tío… Que tengo una columna
vertebral sólida, que eso que me pide es imposible… Parece mentira que sea
usted médico…
- Oiga señora – empezó a decir el doctor bastante indignado - yo soy un
grandísimo médico, ¿eh? En mi especialidad soy un máquina, soy un figura, soy
el Balón de Oro, ¿eh? Siete veces consecutivas elegido como mejor partero de
España… Tengo el récord… Lo que pasa es que ya me sacas de lo que es mi
especialidad y sé un poquito menos… Pero bueno señora, no se distraiga, que
aquí estábamos metiéndonos con su hijo y no con mi falta de conocimientos
médicos…
- Es verdad doctor, disculpe usted…
- Disculpada está, hija mía.
Finalmente y tras barajar nombres tan estrambóticos como Abominación o
Aborto, le pusieron al crío el nombre para nada ofensivo de Accidente. La
infancia del pequeño Accidente fue muy dura. Los padres de los demás niños le
decían a sus hijos para que se fueran a dormir que o se acostaban ya o llamaban
a Accidente para que les atacara. La madre del niño, con mucha voluntad, le ponía
a su hijo todos los días La bella y la bestia, para que no se sintiera mal y el
mensaje de que la belleza está en el interior, le llegara bien hondo.
Esta idea, la de que la belleza está en el interior, no consolaba en
absoluto al pequeño Accidente, ya que, pese a tener siete años, pensaba: “Vamos
a ver, en el interior sólo hay vísceras y sangre, y eso es algo asqueroso…
¿Cómo va a estar la belleza en el interior si el interior es repugnante?” Él
prefería el cuento del patito feo y esperaba que, a medida que creciera, se
acabaría convirtiendo en un cisne de cuello blanco que cantara bellísimas
melodías antes de morir.
Accidente creció, y diez años después, dejó de ser un niño feo. Se convirtió
en un adolescente más feo todavía. Es lo que tiene el paso del tiempo. El acné
empeoró terriblemente su aspecto. Pese a todo, él no se desanimó en absoluto y
seguía esperando que, cuando abandonara la adolescencia, se acabara cumpliendo
el guión del cuento del patito feo. Pero su madre no tenía tanta paciencia como
él y viendo que había dejado los estudios, no tuvo otra que abandonarlo en el
circo más cercano…
- Aquí serás feliz hijo mío… Hay más monstruos como tú que…
- ¿Monstruos madre? - preguntó Accidente delante de la carpa del circo,
mientras se bajaba del todoterreno de su madre.
- Quiero decir… Gente especial… Hay más gente especial como tú, que
seguramente comprenderá por lo que estás pasando, porque sabe lo duro que es
ser una abominación ante los ojos de Dios y te podrá dar todo el amor y la
comprensión que yo no he sabido darte por ser una mujer demasiado superficial…
- Vaya mamá, qué profundo te ha quedado eso.
- Es que antes de que el cabrón de tu padre me preñara a la salida de aquel
Barça-Madrid yo era una chica con ilusiones, con perspectivas y a punto de ser
universitaria. – Respondió la madre algo incómoda. – El caso, hijo mío, es que
aquí serás feliz y además tendrás un trabajo honrado. He cumplido con mi deber
como madre.
- Gracias, madre… Te estaré eternamente agradecido. – Dijo Accidente
conmovido.
- Pues si quieres mostrarme ese agradecimiento eterno, hazme un favor: no
vengas a verme nunca más, que esto de vivir con los ojos cerrados siempre es
muy chungo. Y ahora, entra a la carpa para que pueda abrir los ojos. – Dijo la
madre. Accidente se dio la vuelta y entró en el circo. La madre abrió los ojos
y tanta luminosidad, la cegó de repente. - ¡Ostia, cuánta luz hay aquí! En fin…
Vamos a ver si me acuerdo de cómo coño se conducía con los ojos abiertos…
Y dejamos aquí a la madre de Accidente, que no saldrá más en el transcurso
de la historia puesto que nuestro protagonista, aunque feo, era un hombre de
palabra. Una vez en el circo, la vida le cambió completamente. Estuvo cerca de
dos años trabajando allí como “el hombre más feo del mundo” y se sentía bastante
integrado. De hecho, allí encontró a su primera novia: la mujer barbuda. Tenían
planes de futuro. Tenían planeado casarse y tener hijos más feos que ellos,
pero un día oscuro y aciago esos planes acabaron yéndose a la mierda.
En el circo contrataron fieras, ya que era un circo pequeño, de barrio, que
fue creciendo poco a poco. Primero contrataron a los payasos, después a los
funambulistas, después a la mujer barbuda, a los enanos, al gigante forzudo y
finalmente, a Accidente. Como la cosa prosperó pese a estar en crisis económica
mundial, perdón, desaceleración, se permitieron el lujo de comprar fieras.
Panteras, muflones, pingüinos, elefantes, tigres y leones que querían ser
campeones e incluso, el bicho más sanguinario que existe: una cabra recién jubilada
de la Legión. Pero las fieras, pese a ser verdaderas fieras y seres sin
sentimientos ni corazón, tenían un problema: Accidente. Era verlo, y los bichos
se acojonaban. Se asustaban, lloraban, se deprimían. Y claro, no lucían en
absoluto en las representaciones. El jefe del circo tenía un serio dilema:
sacrificar a las fieras y comérselas o echar a Accidente de la organización.
- ¡Dios, pero es un chico tan simpático! Es el alma de las fiestas… Además,
es buenísimo jugando al mus… Nunca he visto a nadie tan bueno… Y se va a casar
con la Catalina, la mujer barbuda… De hecho ella se está arreglando la barba
por primera vez y se la ha dejado como Lincoln sólo para darle el gusto a
Accidente… ¿Qué clase de jefe sería si le diera prioridad al bienestar de la
empresa antes que al de los trabajadores? – pensaba el jefe del circo.
Como era un jefe del siglo XXI y las corrientes socialistas utópicas habían
fracasado estrepitosamente, acabó primando el bienestar de la empresa y
Accidente fue despedido. Se le recomendó que participara en los concursos de
provincias de feos y allí se encaminó nuestro protagonista, con el corazón
roto, ya que al ser despedido sus planes de boda con Catalina se vieron
arruinados. Su carrera como concursante de provincias fue corta. No lo dejaron
participar por ser demasiado feo.
Así pues, Accidente estaba desesperado, entristecido, enfurecido consigo
mismo y con el mundo. Y de repente, su suerte cambió. Estaba paseando
tranquilamente por la algecireña playa de Getares, llena de chapapote
procedente de las refinerías y de gaviotas muertas, cuando tropezó con algo. Al
principio, creyó que era el cadáver de otra gaviota, pero mientras se limpiaba
la cara de chapapote, se dio cuenta de que no.
Había tropezado con una lámpara de aceite. La cogió del suelo, la examinó y
leyó una inscripción que tenía: “No es una lámpara mágica… ¿Qué clase de
persona cree hoy día en esas cosas?” Pese a todo, Accidente la frotó para
limpiarla, porque tenía pensado venderla en el mercadillo de los Domingos y ocurrió…
De la lámpara surgió todo un espectáculo de luz y sonido, con música tecno y
fuegos artificiales hasta que, finalmente, apareció un hombrecillo.
- Saludos, mortal… Soy el genio de esta lámpara y frotándola me has
invocado.
- Pero… Pero… Pero si pone que no es una lámpara mágica… - musitó Accidente.
- Ya, eso es básicamente para que no me la frote cualquiera y no andar
cumpliendo los deseos de mucha gente. Esto de ser genio es muy cansino.
- ¿Y te funciona ese sistema?
- No… Todo el que ve la lámpara pasa olímpicamente de la inscripción y la
frota… Ya eres mi séptimo cliente de hoy.
- Vaya, estás solicitado, amigo. Deberías poner una inscripción que
acojonara más como: “Cuidado con el perro, no me frotes”. Eso siempre impacta.
- ¡Gracias amigo! – Dijo el genio. – Lo tendré en cuenta.
Accidente y el genio, que resultó llamarse Filomeno, caminaron
tranquilamente por la orilla de la playa. Mientras anduvieron, Accidente contó
todas sus penurias, sus males y sus frustraciones. Filomeno escuchó atentamente
y le dijo:
- Bueno chaval… Yo puedo ayudarte. Puedo hacerte cambiar. Puedo cumplir
todos tus deseos… Bueno, en verdad sólo uno, porque soy un genio de nivel W,
que es lo más bajo que hay… La verdad es que mataría por ser un genio de nivel
X… Esos sí que viven la vida. ¿Conoces a un tal Nacho Vidal? – Accidente negó
con la cabeza. – Vaya… Ese es el genio de nivel X más famoso del mundo. En fin,
el caso, querido amigo, es que te puedo ayudar…
- No creo que pueda ayudarme, Filomeno… Lo mío no tiene arreglo, por muy
bueno que usted sea en el oficio.
- Querido amigo, todo tiene arreglo en esta vida, menos la muerte. Y Walt
Disney lleva años trabajando en frío para ponerle remedio a ello, así que no te
desanimes. Yo he hecho cosas increíbles… Mira, cogí a un vagabundo en Francia y
lo hice Presidente del país. Ahora está forrado y vive con una cantante de
éxito.
- Eso no tiene mérito… Cualquiera puede ser Presidente de un país y si no,
mira a George Bush… Borracho, jugador y pendenciero y dos veces elegido
Presidente de Estados Unidos.
- Ostia, pues ahora que lo dices… Lo de Nico tal vez no tuvo tanto mérito…
Pero bueno, que te puedo ayudar. A ver, ¿tú qué quieres?
- Yo… Yo quiero ser aceptado. Quiero ser un hombre guapo, guapo, guapo. Pero
no sólo guapo, sino guapo que te cagas. De estos que van las tías por la calle,
lo ven y sienten un ansia irreprimible de quitarle la ropa… ¿Es eso posible?
- Claro que sí… ¿Conoces a George Clooney? ¿A Leonardo DiCaprio? ¿Tom
Cruise? – preguntó el genio fardando de currículum.
- ¿Esos quiénes son?
- Actores guapos y sersis de Hollywood. – Contestó Filomeno.
- No… Yo actores guapos sólo conozco a Andrés Pajares y a Tom Hanks…
- Pues vaya… Bueno, el caso es que todos esos actores antes de que me
pidieran fama, fortuna y mujeres eran fetos malparidos como tú… ¡Soy mejor que
Corporación Dermoestética! Así que prepárate, Accidente, porque tu vida va a
cambiar radicalmente…
El genio lanzó un rayo de luz mágica que transformó por completo a
Accidente. Dejó de ser horrible, dejó de ser más feo que el culo de un mono y
se convirtió en el hombre más guapo del mundo. El genio, una vez hizo su
trabajo, se metió otra vez en la lámpara y estuvo a la espera de que algún otro
listo tropezara con ella y le pidiera otro deseo.
Accidente se notaba poderoso, diferente y la prueba de fuego para ver si
había cambiado de verdad la pasó cuando una chica que estaba buenérrima, para
tomar pan y mojar, lo vio y sin más se lo llevó a su casa. Y así fueron pasando
los años para Accidente. Iba de cama en cama, de mujer en mujer. Era un hombre
rico al que invitaban a todas las cenas importantes y era apreciado por los
guapos y los famosos de todo el mundo. Pero dentro de su corazón había un gran
vacío que ni la noche más lujuriosa y orgiástica que podáis imaginar era capaz
de llenar. Así que, una noche, cogió su jet privado y retornó a la playa de
Getares, en busca de la lámpara de Filomeno.
No tardó en encontrarla, aunque esta vez el genio había cambiado la
inscripción. Ahora, podía leerse: “No me frotes. Te aseguro que si lo haces, de
aquí no va a salir ningún genio, pero sí una horda de caniches asesinos.”
Accidente hizo caso omiso, la frotó y tras el espectáculo de luz y sonido,
Filomeno volvió a aparecer.
- ¡Hombre, pero si eres tú! ¿Cómo te va?
- Pues… Ahora te cuento Filomeno… Veo que has cambiado la inscripción. ¿Te
va mejor que con la otra?
- ¡Qué va! La gente sigue frotándola… Esto es una auténtica jodienda, macho.
- Tal vez si en lugar de amenazar con caniches asesinos lo hicieras con
pitbulls… Eso acojona más.
- Tomaré nota, amigo mío… En fin, ¿por qué me has invocado?
- Pues porque estoy cansado… Es terrible esto de ser guapo. Vas de tía en
tía, de cama en cama, como un vulgar trapo. No es lo que había imaginado…
- ¿Entonces qué quieres?
- Bueno, verás… Desde luego no quiero volver a ser feo… No, eso era
horrible… Toda mi infancia quise que me pasara algo como en el cuento del
patito feo. Irme a dormir un día siendo más feo que el Fary chupando un limón y
despertarme siendo un cisne de cuello blanco, precioso, majestuoso… No sé,
Filomeno. ¡Es tan complicado!
- No, no te creas… Creo que sé lo que quieres, amigo mío. Debiste haberme
contado esto la primera vez, así no te habría convertido en el tío más guapo
del mundo ni te habría hecho pasar por el suplicio de acostarte con hermosas
mujeres… Déjalo todo en mis manos.
Y volvió a lanzar un rayo de luz mágica sobre el cuerpo de Accidente, que de
repente, dejó de ser el hombre más guapo y apetecible del mundo para ser un
hermoso cisne blanco. Y así acaba la historia de Accidente, que fue feliz como
cisne el resto de sus días, que no fueron muchos, ya que fue cazado por un
cazador furtivo.
@diegombelmonte
jueves, 1 de noviembre de 2012
Feo
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1 comentarios:
Me he reído mucho la verdad, me gusta como expresar esta maldita sociedad!
Dí lo que piensas...